A la deriva
02/24/10
Estiré la mano y no alcancé el calor de tu cuerpo. Abrí los ojos con miedo de tu ausencia. El aire frío llenaba ese espacio bajo las sábanas y volví a la oscuridad de golpe, para olvidar la visión de mi cuerpo roto sobre la cama.
Imaginé que el ruido de la calle era tu voz a lo lejos y la luz del sol, que se filtraba suave entre las cortinas, el brillo de tus pupilas dilatas, y sólo así pude perderme en el mundo del sueño diurno sin llorar, sin sentirme una vez más a la deriva, profundamente perdida en el mar del desamor.